jueves, 16 de agosto de 2012

Una foto es ... PELIGRO MORTAL

Hablando con mi mujer, cuando le mostré unas cuantas fotos en las que salía Laura, para colocar en el blog, me llamó la atención de manera muy contundente porque en algunas de ellas se veía de refilón a su madrina y a sus primos y, tras una cierta polémica (dicho sea de paso, por no dar mi brazo a torcer de manera inmediata) y después de recapacitarlo 3 ó 4 minutos no tuve más remedio que darle la razón en todo (como muchísimas otras veces).

La verdad me siento muy feliz de tener tan buena consejera y, por supuesto, también de no importarme pedir consejo a cualquiera, incluso a un pez de colores, porque quien quiere aprender puede aprender de absolutamente todos y todo y corregir puntos de vista errados en ese momento.

Bueno, lo dicho, las fotos son un peligro mortal cuando se permite que las vea todo el mundo (amigos, novios, ex-novios, ex-amigos, enemigos, políticos del partido contrario o cachondos mentales, etcétera)

Por eso hay que tener mucho cuidado en ponerlas en un álbum muy pero que muy privado, y que hasta hace pocos años estaba únicamente en tu propia casa o en tu propio disco duro y sólo se lo enseñabas tú a quien querías y por supuesto sólo le dabas copia en tu pen a quien sabías -o suponías- que no te iban a hacer la puñeta y en ningún, pero en ningún caso a cuñados políticos ni informáticos.

Hoy en día y como mucho, una persona sensata pondrá sus fotos y la de sus amigos y parientes en un álbum privado en internet que facilite que quienes fueron fotografiados puedan disfrutar de esas fotos (tienen todo el derecho del mundo) con todas las garantías de que esas fotos sólo serán vistas por el círculo de amigos y familiares actual.

En suma, precisamos tener la certeza de que quien va a poder disfrutar de nuestras fotos (y criticarlas y cachondearse de ellas) van a ser nuestros amigos, novios o queridos actuales. Y para ello debemos permitirle abrir nuestro álbum únicamente a esas personas buenas y cándidas que sabemos que nunca, nunca nos harán la puñeta con las dichosas fotos (por lo menos mientras sigan siendo nuestros maridos y maridas e hijos/as).

Necesitamos saber que no se van a repartir por ahí, por todo el mundo, y saber que nadie las va a poder robar sin mi permiso, pero AFRTUDANAMENTE tenemos eses sitio: blogger, ¡cómo no!, blogger de google.

Google es de total confianza: no va a repartir por ahí nuestras fotos a todo el mundo. Por lo que amí respecta estoy seguro de que va a cumplir con todo lo que nos hizo firmar al crear los blogs y a lo que él también se comprometió y jamás le va a dar acceso a nuestras fotos a nadie más que a quienes se les concedieron los permisos adecuados y en su caso, al propio Gobierno de Estados Unidos, pero es que EEUU es nuestro amigo y podemos tener en él mucha más confianza que en cualquiera de nuestras esposas o hijos (futoros ex-esposas y ex-hijos), que con el tiempo nunca se sabe que harán con las dichosas fotos que tan inocentemente les entregamos en nuestro pen (igual les ponen bigote, o cuernos o incluso ¡nos recortan!), mientras que en caso de interesarle nuestras fotos familiares a los EEUU todos sabemos que las utilizarán con fines beneficiosos para todos nosotros y desde luego que con mucha menos maliciosidad que un ex despechado.

Así que tranquilos, pero si todavía no lo habéis hecho, por favor leed este enlace en "WONDERFUL PAPA" wpapa.blogspot.com para continuar iluminándoos sobre este asunto.

martes, 14 de agosto de 2012

Una foto es ... UNA FOTO

Una foto muestra un instante de vida.

Ese instante, para un buen observador, muestra a la persona.

Como no me tengo por buen observador,  me encanta especialmente hacer fotos a las personas que se muestran tal y como son, sin que me castiguen con esfuerzos extra para interpretar lo que dicen sus ojos, su sonrisa, sus gestos.

Quien hoy se me muestra transparente, mañana puedo verlo de otra manera: ni yo ni quien sufre mi foto somos sólo yo y él, sino que somos yo y él y las circunstancias que en cada momento nos rodean a ambos (y a veces nos aprisionan y engullen).

Por eso, tanto las personas que hoy se sienten encantadas porque son -o porque no son- el foco de las atenciones de este aprendiz de papparazi, que no se relajen, porque mañana puede cambiarles la suerte.


Como todos mis pacientes clientes saben, les he hecho cientos y cientos de fotos. Sin embargo en varias ocasiones me he mostrado reacio -a veces con cierta sutileza y otras sin ninguna- a facilitarles copias de las fotos. El motivo fue únicamente porque no me gusta dar fotos con las que yo no me sienta contento.

Como algunos de vosotros sabéis, me encanta recoger instantes fugaces y mostrarlos y regalarlos, pero sólo los bonitos (y para mí son bonitos los que a mí me gustan, porque fui yo quien hice y después recorté la fotografía) y ello lleva un tiempo del que normalmente no se dispone, por lo que se va dejando y dejando y pocas veces acabo regalándoos las fotos de las que vosotros sois partícipes importantes.

Para poder daros la foto, a mí me lleva tiempo y me disgusta cuando se me dice que os de las fotos tal y como las recogió la cámara, porque yo siento la foto como algo mío, en lo que participo tanto como su protagonista y sólo termino esa participación cuando me gusta el mensaje que transmite esa foto.

Para mí lo más importante no es la foto en sí, sino un detalle concreto que que muestra esa foto, y de igual manera que observando el bosque nos perdemos maravillosos detalles del árbol, viendo una foto tal cual la fotocopió la cámara de la realidad (con todo el bosque que rodea el instante transcendental) se suele dificultar el mensaje hasta el punto de imposibilitar que el fotógrafo comunique lo que él percibió en ese bosque.

No puedo entregar una fotocopia de la realidad, necesito que quien recibe una foto mía (disparada por mí o por cualquier otro, pero recortada por mí) perciba lo que yo quiero transmitirle al haber pasado el trabajo de recortarla, enderezarla, oscurecerla o aclararla, pero nunca, nunca cambiar la esencia ni quitarle arrugas o blanquearle los dientes (entre otras cosas porque no lo sé hacer)

Deseo que quien vea nuestra foto (la del fotógrafo y la del retratado, a partes iguales) centre su atención en el instante que yo percibí como principal, el instante que me interesó cuando disparé la cámara -y en la mayoría de los casos el instante maravilloso que descubrí cuando empecé a en derezar y recortar la foto-

Por eso tan importante como disparar en el momento oportuno es RECORTAR y enfocar sin distracciones la atención al instante que me maravilló: el punto esencial cuyo mensaje quiero hacer llegar.

Por esta misma razón (y también por comodidad) tampoco me interesa saber de técnicas ni otras cosas complicadas: prefiero el instante.

Si intentase poner en práctica la técnica que pudiese aprender, muy probablemente el instante pasará y no se recuperará: en el mejor de los casos el fotografiado se cansará del vano intento de congelar unos segundos ese instante único. ¿Cómo vas a congelar ese brillo fugaz, cómplice de tus ojos, o la ilusión que en ese preciso instante pusiste, la sonrisa que es y a la vez no es?

Imposible mantener artificialmente la esencia de esos instantes fugaces: o disparas o lo perdiste. ¡DISPARA, leñe, DISPARA! pues salga lo que salga será auténtico y va estar mil veces mejor que cualquier pose congelada por perfecta que sea su técnica.

Para lograr que casi cualquier foto comunique un instante de oro es  ¡ CORTAR Y TIRAR TODO LO QUE DISTRAIGA ESE INSTANTE UNICO !

Porque todas las fotos tienen su detalle único, sólo hace falta saber encontrarlo y luego recortar y tirar lo que sobra: a veces maridos, otras suegros, y la mayoría de las veces niños -por muy poca gracia que le haga a sus madres y abuelas la mutilación de parte de sus jóvenes y bellos cuerpos o incluso su directa exterminación.